Nuria Peist
Historiadora del arte e investigadora.

‘Profesión artista. Tormenta, ímpetu y biografía’
Contribución al catálogo de la exposición Cristina Garrido. El origen de las formas. Ed. Museo Centro de Arte Dos de Mayo - CA2M (2024).


Todo tiene que ver con preguntas que yo me hago.


—Cristina Garrido1


Ser artista. Una expresión que incita a filosofar. Como en todas las profesiones y todos los oficios, los criterios que definen y delimitan la carrera del creador están cargados de valores y connotaciones que se pueden considerar, analizar, organizar, criticar o incluso ignorar. Pero, por un motivo u otro, pareciera que el artístico fuese un ámbito menos aprehensible y más complejo de definir. En Occidente, la figura del artista ha motivado estudios de todo tipo, desde los centrados en la importancia de la consideración del talento y la vocación hasta aquellos que, en el polo opuesto, denuncian la mitificación de la figura del genio. Tal vez la frase que mejor resume este debate provenga de la sabiduría popular: «¿El artista nace o se hace?». Hay, por supuesto, muchas y muy variadas posiciones intermedias. Por ejemplo, aquella que afirma que para desarrollar la capacidad inventiva hace falta tener talento, pero también determinados haberes que posibiliten a determinadas personas llegar a un espacio social que está, en ciertos ámbitos y tiempos, muy valorado. Se trata entonces de tomar en cuenta las aptitudes que una persona pueda poseer, las posibilidades que la vida le ha brindado y, además, el tiempo y el lugar en los que le tocó nacer.

Pero los análisis no están siempre estrictamente situados. Algunos autores han indagado en la huella de la figura del genio y las numerosísimas apreciaciones que esta ha suscitado a lo largo del tiempo. El artista se asocia en este caso a la creación y la creación remite a la genialidad como una capacidad humana susceptible de ser delimitada. Ya en 1934, Ernst Kris y Otto Kurz rastrearon las leyendas, los mitos y las anécdotas estereotipadas de los creadores de la antigüedad, así como las cualidades que se repetían en las biografías de los artistas de la época moderna: talento innato manifestado desde la niñez, obstáculos constantes, orígenes humildes, autodidactismo, magia, virtud, superioridad… Facultades que en parte provienen de la temprana leyenda de que el ser humano tiene la posibilidad de crear a imagen y semejanza de Dios y que se asocian a los artistas de manera cada vez más estable a partir del Renacimiento. Como afirman Kris y Kurz, si existen, estas constantes siempre se encuentran enmarcadas en una temporalidad:

Ni las diversas cualidades y propensiones que son el origen del «talento» y del impulso de la creatividad artística ni el papel que el artista tiene en una sociedad cualquiera se derivan de una serie de condiciones fijas, sino que, más bien, están sometidos a innumerables modificaciones que solo podemos comprender a la luz de la situación histórica2.

La historia se repite y se modifi ca en una misma situación. El humano puede concebirse como excepcional y la fi gura del artista asume esta excelencia bajo unas condiciones dadas. Pero ¿se trata entonces, tal y como versa el título de Kris y Kurz, tan solo de una leyenda? El mito y la anécdota nos revelan características no tanto de la vida del artista como de su valoración, que se modifica con el tiempo y —lo que es más importante— se manifiesta en la práctica de maneras diversas, más o menos colectivas, más o menos organizadas, más o menos estables. Con el sugerente título de Nacidos bajo el signo de Saturno. Genio y temperamento de los artistas desde la Antigüedad hasta la Revolución Francesa, Rudolf y Margot Wittkower también nos advierten de las semejanzas en la concepción del artista en la Grecia del siglo IV y la Italia renacentista del siglo XV. Aunque en la Antigüedad ya se daba la individualización del artista, esta tenía lugar ante la notable indiferencia del público. Tras algunas transformaciones, giros y particularidades en la época helenística y la Edad Media, no es hasta el Renacimiento cuando a esta voluntad de individuación del artista se le suma un vivo interés por parte del público3.

Grandes maestros de la pintura occidental – Giotto, Fuga in Egitto, 2023. Acrílico sobre póster; 70 x 70 cm. 

No obstante, el interés moderno nunca llegó a manifestarse de una manera absoluta. Aunque los artistas fueron desligándose poco a poco de los gremios —en algunos casos con una actitud reivindicativa—, seguían existiendo numerosas dudas a la hora de diferenciar el arte de la artesanía. Es conocida la oposición del padre de Miguel Ángel a que su hijo fuese escultor, profesión que por su esfuerzo físico se asociaba a la de cantero. Incluso más adelante, durante el apogeo de la vida académica, la burguesía se mostró reticente a la asociación de la práctica artística con las artes liberales. Pero en este caso el rechazo adquirió poco a poco otra forma: la del repudio a la vida bohemia que una parte de esa misma burguesía representaba. A la luz de estas consideraciones, la propuesta de Kris y Kurz adquiere mayor precisión y se deduce de sus palabras que, aunque la concepción del genio creador ha estado presente en diversas épocas, nunca antes adquirió la configuración institucionalizada que representó la Academia ni la forma vocacional que protagonizó el artista moderno. Por su parte, los Wittkower llegan incluso a proponer la historicidad de la experiencia individual de aquellos nacidos bajo el signo de Saturno: «Las tendencias culturales tienen un efecto determinante en la formación y desarrollo del carácter»4. Así pues, la vivencia y apreciación del temperamento del artista y la mitificación de sus datos biográficos poseen unas constantes y también una historia.

Trasladémonos ahora al presente. En concreto, a un lugar y un momento donde estas cuestiones continúan interpelándonos: Móstoles, municipio de la Comunidad de Madrid, Museo Centro de Arte Dos de Mayo, exposición El origen de las formas de Cristina Garrido, 10 de junio de 2023 − 28 de enero de 2024. Aquí, la artista se hace preguntas parecidas a las de los autores mencionados y, lo que es más interesante, lo hace con una metodología similar. Los relatos biográfi cos presentes en la exposición marcan el ritmo de la apreciación de la obra de arte —de ahí su sugerente título— y del estudio de los factores que influyeron de forma decisiva en las trayectorias de los artistas. Por un lado, se muestran las biografías de grandes maestros de la pintura rescatando aspectos psicológicos, materiales y sociales que pudieron haber influido en la consagración de algunos de los más grandes representantes del arte occidental. Por otro, la artista inserta su propia biografía dentro de esta tradición. Ambos momentos, el de la historia y el de la vida de la artista, se conjugan en una propuesta en la que los datos biográfi cos muestran de forma velada la obra, llegando casi a ocultarla, de manera inversa a lo que sucede habitualmente. La percepción maravillada y erudita de la obra de arte suele opacar la atención puesta en las condiciones que posibilitan que los artistas sean artistas. Según Nathalie Heinich, la apreciación contemporánea del arte oscila entre dos polos, el de la persona —propio de una consideración no iniciada— y el de la obra —atendido por los especialistas—. En el primer caso, los datos biográficos añaden interés a la obra —como la oreja cortada de Van Gogh—. En el segundo, la información biográfica se considera irrelevante frente a la apreciación estética y el estudio detenido de la obra5 .

Detalle de instalación de la exposición Cristina Garrido. El origen de las formas. Museo Centro de Arte Dos de Mayo - CA2M (Móstoles, 2023). Imagen: Roberto Ruiz.

Una no muy profunda atención al pasado descubre que aquello que hacía que el artista ganase consideración era, ante todo, su asociación con la obra de arte. La autoría es uno de los signos más inequívocos de la importancia del nombre del artista. Las obras anónimas medievales respondían o bien a un trabajo colectivo de taller o bien a una práctica artesanal cuyas destrezas provenían de la correcta aplicación de las normas asimiladas en el aprendizaje y la aplicación del ofi cio. Conforme se va definiendo la figura del artista moderno, cada vez más asociada a un régimen de creatividad, vocación y singularidad, obra y artista se tornan indisociables. Pero vemos que la parte del artista que subsiste no es la del hombre común, la de sus relaciones humanas, su pertenencia, sus sentimientos, sus virtudes y sus miserias. Lo que permanece es esa parte extraordinaria, de figura excepcional, cuyas acciones hay que soslayar —por más deleznables que sean6— o, en todo caso, asimilar a la obra en un proceso —sobre todo en el caso de las artistas mujeres— de estetización e intelectualización.

Volvamos a nuestra artista. Como vimos, Cristina Garrido representa lo contrario. Así lo atestiguan las obras de arte impresas y posteriormente tapadas en su práctica totalidad con frases que narran datos biográficos de los artistas. Y también la manera en la que Garrido expone su propia trayectoria personal previa a la entrada, más o menos madura, en el mundo del arte contemporáneo. Aquí la operación no solo remite a la interrogación sobre qué se considera un artista, sino que —inserta en la tradición de la crítica institucional, las teorías de la dominación de Pierre Bourdieu y la sociología del reconocimiento— también se pregunta qué condiciones biográficas contribuyen a que un artista se consolide como tal. En el vídeo de presentación de la exposición, Garrido explica que este proyecto nace de uno previo titulado El mejor trabajo del mundo (2021), que incluye testimonios de ocho personas que, por un motivo u otro, abandonaron la profesión de artista.

Vista general de la exposición El mejor trabajo del mundo. Fundación DIDAC (Santiago de Compostela, 2021). Imagen: Roi Alonso.

Interpelar el funcionamiento de la realidad desde la propia práctica artística genera un efecto doble. Por una parte, pone el foco en lugares relativamente oscuros e incómodos y, por otra, contribuye a que el oficio artístico tenga también una función social: preguntarse, por ejemplo, por el bienestar humano. Lo relevante de las propuestas de Garrido son las interrogaciones que abre. No hay respuestas sino incitación a la refl exión. Los datos biográficos elegidos por la artista —extraídos de fuentes autorizadas, como la Enciclopedia Británica o el Museo del Prado— no remiten a anécdotas individuales sino que, al igual que en la aportación de Kris y Kurz, revelan un imaginario colectivo que se repite: vida trágica, orígenes populares, apoyo familiar, redes de contactos, posición social desahogada… ¿Es la escritura biográfica la que ubica a los artistas en lugares estereotipados o se trata de la efectiva vida de artista que madura en la época moderna? ¿Alguno de estos datos nos pueden dar pistas respecto a las condiciones materiales de acceso a este tipo de vida? Observemos la manera en la que Garrido se presenta en la exhibición.

Como en muchas obras de arte contemporáneo, en El origen de las formas la trayectoria de la artista se transforma en una obra de arte. Pero en este caso, al exponerse, su vida abre nuevas preguntas. Ya sea en formato vídeo o fotografía, Garrido nos presenta distintos momentos, personas, objetos y espacios relacionados con el arte que estuvieron presentes en su infancia: visitas a museos, sus familiares pintando, la artista dibujando, pinturas en las casas que habitó durante su infancia, obras de arte pertenecientes a su familia colgadas en los muros de la exposición… Y una propuesta curiosa: un plano a escala 1:1 del local que su padre le compró cuando ella estudiaba Bellas Artes adherido al suelo, de tal forma que el público lo pisa al visitar la exposición. La conclusión podría parecer evidente: es la posesión de un capital artístico incorporado desde la infancia y el apoyo ilusionado de su familia lo que ha permitido que Cristina Garrido realice esta exposición. Pero no queda tan claro. El diálogo con las obras maestras de la tradición occidental tal vez sea la clave. ¿Quedará la artista inscrita en la historia? La respuesta no se busca tanto en su talento como en su situación, en ese entramado mayor del cual ella forma parte.

Vista general de la exposición Cristina Garrido. El origen de las formas. Museo Centro de Arte Dos de Mayo - CA2M (Móstoles, 2023). Imagen: Roberto Ruiz.

En «The Heir and the Cowboy: Social Predisposition, Mediation and Artistic Profession in Marcel Duchamp and Jackson Pollock» [El heredero y el vaquero: predisposición social, mediación y profesión artística en Marcel Duchamp y Jackson Pollock]7, cuestioné si la mayor o menor posesión de capital podía incidir de manera directa en la mayor o menor posibilidad de alcanzar una relativa consagración en el mundo del arte. Por un lado, es innegable que los estímulos y contactos que perciben los individuos aumentan las posibilidades de acceder a espacios relativamente homólogos a las trayectorias previas. Pero esta no es una ecuación de resolución sencilla. Los sucesos de una vida están atestados de variaciones, aprendizajes, tránsitos y caminos irregulares que no permiten trazar recorridos lineales de una sola dirección. En el caso de Pollock, la particularidad de su trayectoria responde más a una manera de relacionarse con el entorno —en particular con los agentes del campo del arte de la época— que a una carrera inaudita caracterizada por la carencia de medios, contactos y habilidades para desenvolverse en un medio determinado. Duchamp, por su posición, pudo prescindir de la mediación profusa de la que gozó Pollock. Pero ambos artistas adquirieron niveles de reconocimiento similares. Ahora bien, tampoco funciona la ecuación de a mayor grado de posesión de capitales menor necesidad de una mediación que colabore a estabilizar las profesiones. Intentando entrar en el terreno de las respuestas, que, de manera pertinente, Garrido no plantea en su exposición, podemos aventurar que la única fórmula relativamente acertada es la conciencia de la diversidad sistémica de componentes a tener en cuenta: trayectorias completas, posiciones, valores, relaciones con agentes e instituciones, variantes históricas, tanto en la composición específica de los espacios como en su entorno menos inmediato. Solo así podremos comprender qué hace a un artista y las constantes y variantes que en cada momento se puedan plantear.

La leyenda del artista difícil, espontáneo y melancólico nos sigue interpelando. Y lo hace porque en parte se instituyó como un tópico dominante muy sencillo que remite a la distinción y a la autorreferencia. Preguntas como las que sugiere El origen de las formas nos posibilitan no solo plantearnos las condiciones de acceso a los espacios artísticos, sino también revisar cuáles son los valores y los juicios con los que queremos desenvolvernos en nuestra vida colectiva cotidiana.


1. Cristina Garrido, El origen de las formas, vídeo de presentación de la exposición (Museo CA2M, 10.6.2023 – 28.1.2024).

2. Ernst Kris y Otto Kurz, La leyenda del artista, Madrid, Cátedra, 1991 [1934], p. 21.

3.   Ver Rudolf y Margot Wittkower, Nacidos bajo el signo de Saturno. Genio y temperamento de los artistas desde la Antigüedad hasta la Revolución Francesa, Madrid, Cátedra, 2010 [1963].

4. Ibid., p. 274.

5.   Ver Nathalie Heinich, La gloire de Van Gogh. Essai d’anthropologie de l’admiration, París, Les Éditions de Minuit, 1991, pp. 98 101.

6.   Ver Gisèle Sapiro, ¿Se puede separar la obra del autor? Censura, cancelación y derecho al error, Madrid, Clave Intelectual, 2021.

7.   Ver Nuria Peist, «The Heir and the Cowboy: Social Predisposition, Mediation and Artistic Profession in Marcel Duchamp and Jackson Pollock», Cultural Sociology, 6/2 (2012), pp. 233 250.


cristinagarridowork@gmail.com